No recuerdo prácticamente mucho. Quisiera recordar a mis hermanas desenredándome el cabello, tan largo. Quisiera recordar cómo me acariciaban la melena sentenciada. A mi hermana Mónica susurrándome al oído palabras llenas de esperanza y belleza. La esperanza es el alma del amor. Quisiera poder cambiar la cara ojerosa de Guille, su tristeza y desesperación más profunda. Mi ira inusitada contra él. El derrame en el ojo de mi suegra. El llanto de mi madre, las lágrimas de mi padre mirándome y diciendo que cuando nací era el bebé más bonito que haya visto nunca. Y repetía «Mi bebé…». Mi Milka, que no vio nada, dejó de comer. Mis tíos Inma y Juan vinieron a verme. Luz preguntaba insistentemente por mamá.

Luego el primer recuerdo: «¡¡¡Leila!!! ¡¡LEILA!!! ¡¡¡LEILAAA!! ¡¡Venga, por favor, que tú puedes!! ¿¿Me escuchas??? ¿Me escuchas??». La voz imperiosa de Carolina. Zarandeos. Entubada, me lavaban los dientes. Luego los «¿Para qué le hablas si está en coma?», «¡¡Por si acaso!!!». De nuevo la voz potente de aquella enfermera joven, con aparatos, pelo liso, castaño. Largo. Por lo visto en el coma era a la única a la que respondía con balbuceos.

Tras varios días empecé a tomar conciencia de lo que había pasado. De lo que había hecho. Completamente desnuda, enchufada al oxígeno, lo escuchaba como una tormenta constante que me relajaba. Cuando te ponen el oxígeno suena a torrente de lluvia. La máquina con las constantes vitales ebrias, torpes, mendigando vida. De fondo escucho a Denis Clément traduciendo con muchísimo acento refranes desde el francés ¿Dónde estarás, Denis? Mi corso pelirrojo y espigado. Te quiero regalar un mundo. De mi edad, era risueño y gracioso cuando en la UCI había un ambiente relajado. Serio, severo y estricto cuando una vida se escapaba de aquellas manos que, en una idea loca, en un «se va a morir, no tenemos nada que perder», me salvó la puta vida. No te encuentro por ninguna parte, Est-ce que quelqu’un connaît Denis Clément? Quelqu’un l’a vu?

Estoy de efeméride. Quiero ir a la UCI de la Jiménez Díaz. Abrazarlos y besarlos a todos. Cómo estaréis ahora, si ya hace un año no había paz, ni descanso, ni siquiera un sueldo digno para vosotros.

Continuaré de efeméride. Celebrándome. Felicitándome. He cumplido un año. Sigo luchando la vida con una depresión enfundada en un Trastorno límite de la personalidad de carácter impulsivo. Me derramo en palabras y fotos para superar aquel cisma de mi vida. Esto lo hago por mí. Pero también para deciros a los que padecéis lo mismo que yo que no estáis solos. Que voy a visibilizar hasta el final lo que hay detrás del mundo de la salud mental. Gracias a los que estuvieron ahí y siguen estando a pesar de todo. Gracias por las ayudas y cuidados. Perdón a mi familia. Perdón a mi hija. Perdón por lo que hice. Perdón por seguir tropezando. Pero aquí estoy. No entra en mis planes salir del ring.