Creo que hacía mucho que no trabajaba una foto con tantos rojos, pero esta foto tiene una carga simbólica que necesitaba expresar. No he hablado apenas de lo sucedo en mi tierra, Andalucía. Ni de lo que probablemente sucederá en mi segunda tierra, Madrid. Las naranjas y los limones siempre han representado en mi trabajo a Andalucía… o a Sevilla concretamente. Y quisiera lanzar al fascismo un mensaje. Al fascismo y a todos los partidos y votantes que juegan con esta forma de represión. Hay un porcentaje de la población que es muy roja. Roja como el corazón, como la sangre, rojas como las fresas de las jornaleras inmigrantes violadas y explotadas, una parte de la población roja como la guindilla. Esa que os vamos a poner en la lengua cada vez que deis un paso, cada vez que digáis algo, cada vez que hagáis algo. Ya sabéis. Somos vuestro picantito, esa incomodidad, esa molestia, esa cosa insoportable que os va a hacer escupir la comida en cuanto lleve un ratito en la boca, ese cubo de miel en el que tendréis que moveros si queréis que todo sea conforme vuestros ideales.


Vox, Partido Popular, Ciudadanos. Claro que hay un camino a la derecha, pero todos los caminos llevan a Roma, todos vuestros caminos se cruzan o terminan en el nuestro. En los derechos humanos. O se escoge el camino de los derechos humanos o se tuerce uno en pro de arrebatarlos. Lo vital es nuestro. Las calles son nuestras, el aire es nuestro, el tiempo es nuestro, la maternidad es nuestra, los cuerpos son nuestros. Soltadlos. Soltadlo todo. Soltad todos nuestros derechos que absorbéis de forma cínica, impune y sin escrúpulos. Yo quería hablar en nombre de la lucha que se está gestando desde mi género y recordaros una acción – reacción: a la violencia que viene de arriba, le viene violencia de abajo. O como se dice en la calle, el que al cielo escupe, en la cara le cae.

Seguid así, que os vamos a enseñar cómo se ceden privilegios y derechos, cómo se rompe ese techo de cristal con dientes, puños o martillos. Podéis presentar factura por los servicios. Después de todo, no somos comunistas