Hemos estado como locos buscando un escritorio para trabajar que me gustara. Yo quería algo antiguo, grande, con cajones en los laterales y, tras una movida muy tocha con IKEA, acabamos buscando en casas de muebles antiguos. Así fue como dimos con «Muebles Ábside», a las afueras de Ávila. Es entrar ver una enorme cantidad de muebles restaurados y sin restaurar, en fila o apilados. Una entra allí y da la impresión de que es un silencio contenido, como quien calla una historia, memoria acumulada en madera, hierro y barniz. Allí encontramos mi escritorio, del s.XIX, que prontito tendré bajo mi portátil. También encontramos este piano, en el que quise hacer una foto rápida.  Ángel nos cerró las puertas para que pudiéramos trabajar más cómodamente y hablé de rota a roto. Esas teclas desdentadas, ese polvo como una mano que tapa una boca. Suele pasar con todo lo antiguo, con todo lo que se ha cargado de una energía pasada: que te susurra algo, que te hace vibrar el alma y no sabes muy bien en qué lenguaje expresar lo que te transmite. Yo hice esta foto.

Y si no fuera tan (comprensiblemente) cara la restauración, no volvía a comprar más en IKEA. De hecho, la restauración siempre me ha inspirado más ternura que lo nuevo. Hasta con las casas.

Ahora a ver cómo me restauro yo, quién me restaura a mí.