La noche de los atentados de París no dormimos bien. Yo soñé que avanzaba por la ciudad, plagada de cadáveres desnudos, envueltos en una neblina que no me dejaba ver bien. A la mañana siguiente, el cuerpo nos pesaba. Estábamos melancólicos, casi no hablábamos y el gobierno francés recomendaba no salir a la calle. Yo hice una foto. Es la mejor forma que tengo de interpretar la realidad, de comprender las acciones de la humanidad, de asimilar la mugre a la que de vez en cuando decidimos reducir la existencia. Esta es una foto de consternación, perplejidad, impotencia, incertidumbre y llanto.

Contra el terror y la barbarie, más arte, más belleza, más cultura, más amor. Es lo más bonito que tiene el ser humano y la mejor arma para hacer frente al dolor y el sufrimiento.

Ese mismo día salimos a comer. La ciudad hacía un esfuerzo por hacer vida normal. Y en realidad, en occidente es lo mejor que se puede hacer, no renegar de tu vida cotidiana, fingir que no tenemos miedo, no ceder al desequilibrio que ciertos gobiernos actuales, incitan.

Gracias a Aline Schulmann por alojarnos y protegernos en su casa de París, tan agradable y llena de paz. Como ella.