Publico esta foto hoy aprovechando que me encuentro bien. Y lo cierto es que dudo mucho que vuelva a editar así, pero necesitaba plasmar un profundo sentimiento de angustia, sin motivo aparente, que me invade durante uno o dos días y luego se va, como si nada. Me pasa desde hace un año (sí, el dolor se las apaña para aparecer con otra cara, año tras año). De esta manera, uno de mis mayores placeres últimamente es sentir cómo el dolor se disipa. Sólo eso, cómo esa angustia que me paraliza, que no me deja respirar y que me genera ácido bajo la piel, se va. No sé cuál es la causa, pero no sabéis la lucha tan inmensa y desesperada que hay detrás de todo esto. No sé si os acordáis de esta foto, pero en junio tuve una crisis que duró una semana y pensé que iban a tener que volver a encerrarme en un psiquiátrico. Así que hice una foto, cogí flores mientras me deshacía por dentro, pero hacer esa foto no me sirvió para aplacar nada y entré en un ataque de pánico. Guille se sorprendió cuando vio esta imagen, le impactó mucho, pero es que sufrir internamente de una forma tan bestia y asidua es como una losa de dolor y terror cósmico.

Los psicólogos al uso, con las terapias al uso, no saben qué hacer conmigo. No obstante, hay terapias alternativas procedentes de Francia, Chile, EEUU o China a las que les tengo echado un ojo. Como pasa con toda enfermedad mental, toda alternativa es carísima y hay una cosa que tengo clara desde hace años: no pienso recurrir NUNCA MÁS en la vida a la psiquiatría occidental y sus drogas. Porque eso es lo que son, malditas drogas.