Cómo sostener una mente sin que se nos caiga. Como cuando portamos un té demasiado caliente a una mesa. Me imagino vomitando por una borrachera en un retrete. O en la calle (¡qué vergüenza!). Cuando te sustentan la frente para que uno no acabe todo vomitado por encima (¡Qué vergüenza!). Supongo que el día en el que se intenta sostener una cabeza (cómo pesan las cabezas), uno debe de sentir que el universo reposa sobre la palma de tu mano.

Justo ahí está el lóbulo frontal, el responsable de procesos de las llamadas “funciones ejecutivas”. Son operaciones mentales dirigidas hacia un fin, que permiten el control conductual, es decir, posibilitan que podamos elegir, planificar y tomar decisiones voluntarias y conscientes. El lóbulo frontal es al cerebro lo que un director a una orquesta: coordina y dirige otras estructuras neurales del cerebro en una acción concertada. Y todo así suena muy bien. Nuestro cerebro como una melodía, nuestro cerebro armónico. Ahí está la memoria de trabajo, el lenguaje, el movimiento o la autoconciencia, así como la originalidad y la creatividad. Cuando sujetáis de la frente a alguien, cuando reposáis vuestra mano o vuestro labios ahí, es como si soportarais las ascuas de una nova latente. Sientes que por momentos se te va a volatizar el alma. Y en esa unión de energías y fuerzas, la cápsula de quietud, el pilar de la paz.

Quise en esta foto mostrarme en un segundo plano. Pero si queréis imaginar los ojos, estarían cerrados, mirando hacia dentro, mirándole dentro. Ardiendo en una fiebre estelar.