Llevo más de un año autocensurándo mi trabajo. Por el qué dirán, qué pensarán, qué historias se estarán construyendo sobre mi vida, mis emociones y relaciones interpersonales. «Mira este. ESTE, ESTE, ESTE, ESTE», «Mira lo que escribe bajo sus fotos». «MIRA, MIRA, MIRA, MIRA». «PUTA», «ZORRA». Una prohibición cuya violación está siendo pagada a un costo elevado. El coste es impagable. Pero la libertad se aprende ejerciéndola. Recordadme, por favor, que me tatúe esta frase.

Estaba un día yo cayendo, cuando mi cuerpo empezó a reposar en una ternura dorada. Alberto ¿Puedo confiar en ti? ¿Cómo se puede volver a confiar en alguien? De nuevo el mar en unos ojos que vaticinaban una transición. Hace un año ya y mientras su presencia desencadenaba un tornado, yo sentí la inspiración, noté la afluencia y fecundidad en las ideas. De repente no había miedo.

Con Alberto, tras tres años del incendio en Doñana, recorrí la nueva pasarela de Cuesta Maneli. Los troncos carbonizados flanqueaban el camino y el horizonte, centenares de piñas reposaban en una tierra que había sido cama de rescoldos de un gran pinar. Pisamos esa arena, sentimos el dolor de la cicatriz, tú me seguías en esa abducción que se desencadena en mi cuando surge una foto. Te prometí que nunca más volvería a esconderte. Que no volvería a cohibirme nunca más en mi arte ni en mis palabras. «Cuando muera quiero que mis cenizas reposen en esta playa. La otra mitad en Tröllaskagui». Qué risa cuando pueda estar en dos sitios a la vez.

Nos follamos hasta el sol. Pisamos la luna reflejada en una lámina fina a la orilla del mar. Sentimos que en aquellos momentos la vida no dolía. Alberto, MIRA, MIRA, MIRA. MÍRALES. Mirémonos. Acabo de jurar no volver a autocensurarme, a aguantar los golpes tras un escudo que jamás van a mellar. Nadie me va menoscabar, disminuir o minorar. La Pantoja enseñó los dientes. Nosotros empezamos a emerger, a brotar. Nos miran. Pues mirémoslos. Y que sigan con los chismes, bulos, fábulas, filfas, habladurías, infundios, mentiras, rumores.

Nuestro único rumor será siempre el del oleaje. Y el océano…