Alberto y yo estamos algo enfermitos con catarro y dudamos de si ir el domingo o no a la montaña a estrenar el dron. Pero al bajar del coche sentimos la quietud y la inmensidad de la montaña como si fuera algo palpable, una caricia tangible en las auras. Milka, que ya está mayor y con frecuencia tiene ansiedad, en seguida se entregó a aquella energía renovadora y liberadora. Él no quiso forzar mucho el carro, pero yo me entregué con pasión a hacer fotos en la nieve, tanto desnuda como vestida. Creo que no hemos podido darle un mejor estreno a nuestro dron, al que he bautizado como Hadita. He amanecido con más mocos y más tos, pero siento que mereció la pena, por la experiencia y por el material que os traigo. Nunca le he hecho una fotografía a la capa que se curró mi amiga Mewy, pero aquí la tenéis. A pesar de que la hizo para la boda con mi ex, le tengo un cariño inmenso y estoy en proceso de resignificarla.
Recosté mi cara en aquella blancura ardiente y escuché durante minutos los latidos de la tierra. A mi alrededor las perras trotaban, con los hocicos llenos de arena y el pecho brotado de entusiasmo.
De nuevo una caperucita, salvo que esta vez es menos niña y un tanto más loba.