Esta es otra de las fotos que consideraba perdida en aquella tarjeta acunada entre pelusas. Obi y yo subimos a la buhardilla de uno de los edificios de aquel hospital berlinés abandonado, entre cascotes y techos caídos y otros tantos por caer (Algún día moriré haciendo una de mis fotos y diréis que he muerto haciendo lo que más amaba). Hacía un calor asombroso, quién me lo iba a decir a mí, que en Berlín iba a pasar de los días más calurosos del verano del 2016.

Cada foto tiene su momento y esta quizá representa un poco cómo he vivido estas fiestas, algo triste, muy pocha, febril e inactiva. Nada grave, que ya vuelvo a estar a pie del cañón con mi agenda, pero lo he pasado regular. 2017 se avecina con muchos eventos que ya os iré anunciando por las redes, desde charlas hasta talleres sobre temas que, aunque os parezca sorprendente, nunca había tocado en mis clases o ponencias, tal y como puede ser el desnudo y cómo lo concibo.

Por el momento os dejo con una foto de estío, para compensar esas temperaturas bajo cero que nos saludan en invierno.

Gracias a Obi Feuervogel por ayudarme a disparar esta foto. Lo hiciste estupendamente