El otro día fuimos con Luz a unas tirolinas a la sierra y la naturaleza me hizo cuatro regalos. Llegamos acalorados de la capital y allí la temperatura descendió bajo un cielo encapotado y tronador. En la espesura del bosque jugaban cinco cuervos y una abubilla preciosa comía migajas del suelo. Llamé a los cuervos, saludé a Odín y de la espesura del bosque me respondió un viento intenso con muchísima hojarasca. Más adelante, un arroyo de aguas cristalinas me permitió recargarme energéticamente. Llevo muy mal el verano y estos puntos frescos, húmedos, de luz azul, me permiten transitar mejor esta etapa del año. De vuelta al coche, Luz me preguntaba «Mamá, ¿eres feliz? ¿Ya eres feliz?» Y le respondía con mis manos heladas en su nuca, en su tripita. Ella gritaba y se escabullía hacia delante.