Lo cierto es que no echo mucho de menos el estar embarazada. Desafortunadamente, lo pasé regular. Más allá de las molestias físicas (típicas y normales) que me ocasionaba, el embarazo supuso un reto con respecto a mi cuerpo: la melanina pigmentó mis pezones de un color oscuro y se agrandaron, aparecieron nuevos lunares, mi piel adquirió un tono amarillento, mi ombligo sobresalía un poco por la parte de arriba, se oscureció también, los labios vaginales interiores estaban hinchados y, por supuesto, apareció la famosa línea del alba. Nada de malo tiene esto. Nada de nada. Lo único malo lo tenía yo en mi cabeza que, unido a las opiniones de los demás, hacía que me tambaleara anímicamente un poco. Puede sorprender que yo tenga algún tipo de problema con mi cuerpo, pero que tampoco os sorprenda que os diga que la inmensa mayoría de las mujeres los tiene. Ya sabéis la (o)presión social que sufrimos prácticamente desde que nacemos. Un buen ejemplo es la obligación de censura de esta foto en redes como Flickr, Instagram o Facebook. Mi forma de combatirlo es autorretratándome, vestida, desnuda, para no terminar de volverme loca, para pactar de manera constante con mi piel, para tratarme a base de fotos, para curarme con la luz, para verme una y otra vez y convencerme que mi cuerpo no tiene nada de asqueroso ni ofensivo. Ni embaraza, sin embarazo, ni con 20 años ni con 30.
 
Esta foto es una de las múltiples que me hice embarazada, un pequeño homenaje a la línea del alba, que no se sabe muy bien por qué sale ni qué utilidad tiene. Es la línea del misterio. La realicé con cabello de Guille <3