Modelos: Helena Maldonado y yo.

Pilares que para mí han sido fundamentales para la prevención del suicidio. No es que sea la panacea ni una fórmula mágica, pero quisiera compartir con todes lo que a mí me ha servido cuando he pensado en quitarme la vida. He estado soportando cotas de sufrimiento muy extremas, sobre todo desde el robo y arrancamiento de mi hija, con el consecuente abuso y atosigamiento de Guillermo durante los 3 años consiguientes. Yo misma estoy sorprendida de cómo he aguantado y quisiera compartir con vosotres qué me ha funcionado a mi en las condiciones más extremas. Yo soy una persona muy muy sensible. Percibo la realidad con más colores y matices que la mayoría. A continuación, lo que a mí me ha salvado la vida:

– Acompañamiento. A diferentes escalas, he tenido a muchas personas pendientes de mí. Destacaría la gran labor de mi madre, mi familia materna, Alberto y mi amiga Clara. Sin estas almas no sé qué habría sido de mí, porque cuando me robaron a Luz estuve meses casi sin poder incorporarme de la cama o comer.

– Meditación y yoga. Es súper difícil crear rutinas con métodos de paz que llevan un tiempo y un esfuerzo. Quizá para meditar 10 minutos te has tirado un año intentándolo y para las personas con muchísima ansiedad puede ser muy frustrante. Pero os juro que era eso o mi vida. Para soportar lo que he tenido que soportar o me ponía manos a la obra o no hubiera tenido fuerzas. Os recomiendo esta práctica encarecidamente. Toda persona que lo ha logrado sacar adelante, con práctica, esfuerzo y rutina, os hablará de que salva vidas. Pero aviso: requiere tesón y voluntad. Siembra un acto y cosecharás un hábito.

– Pedir ayuda a personas de confianza. Nunca supe pedir ayuda, pero ahora no me corto. Contactad con alguien a quien os podáis permitir verbalizar “Me quiero morir y tengo ideaciones suicidas, ¿podemos hablar por teléfono?” o “¿Me dejas ir a tu casa?” o  “¿Vienes tú a la mía?” o “¿Puedes estar al otro lado del teléfono aunque sea en silencio?” o “¿Puedes hablarme y contarme cosas mientras yo no hablo?” o “Me quiero morir, ¿me das la mano hasta que se me pase esta angustia?” o “Me están entrando ganas de autolesionarme, ¿puedo dormir contigo? ¿Podemos trabajar en la misma estancia? ¿puedes sentarte a mi lado en el sofá?”. A veces no hay que hacer nada heroico para salvar una vida. Sencillamente expresarlo y tener presencia, aunque sea al otro lado del teléfono.

– Una espiritualidad. Ser una persona espiritual. Leer el tarot, la cera de las velas, el fuego, los sueños, el agua, los árboles y los animales ha sido algo espectacular. Interpretar la naturaleza a nivel energético me ha abierto tal cantidad de puertas que estoy segura de que he desarrollado un sexto sentido. Esto y escuchar mi cuerpo.

– El arte: la música, la literatura, hacer fotos, escribir… desde consumir arte hasta producirlo. No puedo vivir sin crear y esto no es nuevo, siempre ha sido así. La escritura y la fotografía han formado siempre parte de mi en los peores momentos de mi vida.

– Tener la certeza de que todo es cíclico. No siempre se puede estar en la cresta de la ola, pero tampoco eternamente revolcada por ella. Y los peores momentos, así como los mejores, siempre se pasan. Nunca se sufre eternamente, así que cuando estoy en un pico muy grande de angustia, lo resisto protegiéndome, agarrándome bien a la tierra de manera metafísica, como cuando te pasa una ola por encima y tú la sobrevives por debajo.

– Por último, dejar las benzodiazepinas. Y esto último se merece un post, porque la cosa se pone delicada cuando hablamos de drogas, pero peor cuando son drogas legales que te manda un «profesional». En general, reducir el pastillaje al mínimo. Ha sido tomar esta decisión y despertar.