Etimológicamente hablando, la palabra «Perro» es un misterio. Qué raro, en una palabra tan común ¿verdad? Probablemente sea un vocablo que arrastremos de una lengua prerrománica. Ni el propio Joan Corominas creo que diera en el clavo. Tampoco la acepción escrita en DRAE de 1735, que nos remite al griego πῦρ»pyr», a saber «Fuego», haciendo alusión a la personalidad de estos animales. Pero me gustó leerlo. Porque de eso os venía a hablar. Quienes conviven con un perro bien lo saben: son seres de luz. Me refiero a los que amáis y cuidáis de vuestro perro, de los otros me abstengo a hablar.

Siempre se ha hecho analogías entre los perros y sus cuidadores, eso de que «El perro se parece a su dueño», la famosa analogía en «101 Dálmatas». Cuando uno decide adquirir un perro, creo que es al contrario: probablemente son los perros los que nos eligen a nosotros. Uno debería plantarse delante de ellos en una protectora y esperar a ver con quién conecta. Lo malo es que sería muy fácil conectarse con varios, es duro elegir. Porque son puros y conectan con tu esencia, esa de la que tú te has olvidado. A veces sencillamente se te ponen por delante. Están en una caja, en una bolsa de plástico dentro de un contenedor. Unas veces están abandonados, otros corren asustados por la carretera, otros viven raquíticos por la calle, otros están asustados en jaulas, otras siendo violadas y pariendo en cada celo. Otros son cachorros de una madre sin amor ni hogar. Mil historias.

Pero un día te ves cuidando de un perro y empieza esa sincronización de personalidades y caracteres. Mi teoría es que son como ángeles en la tierra. Creo que absorben y canalizan todo lo que somos: nuestra capacidad para amar, nuestra ira, nuestras frustraciones, nuestra capacidad de entrega, la ansiedad, nuestras preocupaciones. Y de repente nos encontramos con un ser que, extrañamente, tiene una forma de ser parecida a la tuya. Se fusionan con tu aura para descargarte de muchísimas energías. Lo mismo es hasta mutuo. Milka es una especie de alter ego. Menta es más parecida a Guille.

En esta foto me autorretrato con Milka, a mi izquierda y con Ron, el perro de Alberto, un señor 14 años. Os sorprendería la forma que tiene de somatizar las emociones, los sentimientos, circunstancias y pasado de Alberto.

¿Alguien más siente esto? ¿Que su perro es un reflejo de sí mismo? No tengo gatos, aunque daría mi alma y un brazo por tener uno ¿Pasa también con los gatos?

Proceda o no el vocablo de la palabra «Fuego», iluminan. Que dan mucho trabajo, sí. Probablemente, el mismo trabajo que les dais vosotros.