Esta fotografía está hecha en el pequeño taller que impartí en la inauguración de mi Exposición «Minerales de sangre», bajo el marco del Festival Ojos Rojos, en el Espacio Knowhere. Casi me parto las muñecas, que soy una enclenque, pero quise literalmente invertir mi cuerpo. Porque vivo en una sensación de irrealidad permanente desde hace 37 días, el sentir un «Esto no puede estar pasándome a mi», el no reconocer lo inesperado, el no saber canalizarlo, el no entender por qué ha sucedido. Piensas en si existe una Justicia paralela al ser humano o si esta es un valor que nos hemos inventado nosotros bajo unas premisas morales y éticas que cambian constantemente conforme avanzan los siglos «¿Pone la naturaleza a cada uno en su lugar?» Te preguntas mientras piensas que Franco murió en su cama y en un país donde los protagonistas y cómplices de una dictadura jamás han sido castigados o están ocupando altos cargos políticos. Siento que el que exista la Justicia es cuestión de suerte y de lucharla uno mismo. La justicia no nos va a entrar por la ventana. Existen además diferentes tipos de justicia, la que está estipulada por las leyes y la justicia del pueblo, que es la que hace avanzar las leyes y que estas cambien ¿Karma? Ojalá ¿Qué es para vosotros la justicia?

Echo de menos despertar y no sentir la realidad como una bofetada. Siento estar creciendo a la inversa, una flor que taladra la tierra con sus pétalos, con el pedúnculo torcido gritando que esa no es la dirección, que al cielo se tira uno de cabeza, como los cohetes. Y mientras tanto, una fuerza superior a mi me aplasta hacia dentro y yo, con la fuerza de mis brazos y muñecas, resisto y soy resilencia ante ella.

Mientras tanto, os muestro mis raíces desnudas, buscando la tierra en el aire, buscando nutrientes en el viento.

Gracias Paula Noidat por ayudarme a disparar y a Albero S. Anaya por velar por que no no me pegase una hostia. Lo repito: a veces posar o la fotografía, es un deporte de riesgo. Vivir en sí mismo conlleva un riesgo.