Me he querido sumar a la iniciativa #faceofdepression. El otro día me dijeron «¡Pues se te ve muy bien para estar deprimida!». Es que si salís a la calle, no sabríais identificar con facilidad quién padece un trastorno o una discapacidad psíquica. En realidad, no existen personas con un 0% de discapacidad, ya sólo con que lleves gafas puedes tener un 8%. Pero todo esto son cosas que yo os cuento. Cuando se sale a la calle casi todo el mundo es aparentemente normal: las madres no tienen problemas, los niños no se hacen crueldades entre sí, los trastornados son capaces de sonreírte y saludarte, en los eventos todo el mundo sonríe. Esto es como los peces: si gritaran nos daría más reparo comer pescado.
La depresión es tabú porque no gritamos. O no lo hacemos de forma socialmente visible. Los espacios para canalizar la furia, la ira o la frustración son pocos y más si tienes una familia a la que atender. Es un «No existe», es un «Qué buena cara te veo», es un «Pues no lo parece», es un «Pues ahora estás bien ¿no?», es un «Pues con la niña y el marido tan increíble que tienes cómo vas a estar mal».
Yo ya no miento. Cuando me preguntan les digo que estoy mal. Aunque sea con una hermosa sonrisa. Quiero dejar de ser invisible, quiero dejar de mentir, quiero avisar de que la depresión tiene muchas caras: todas.