Maquillaje: Simonne SilvaAntes a les niñes que nacían sin respirar a los segundos, se les daba la clásica palmada en el culo. Ya sabéis, violencia infantil normalizada nada más salir al mundo. A mí las hostias ya me vendrían después. Aprendí a activar los pulmones a base de golpes. Recuerdo decirle en la universidad a una amiga que compartía conmigo un semejante pasado traumático (Todavía te recuerdo y recordaré, S) «Yo moriré joven». Y tú me respondiste «Te pega morir joven y bella, como los amados de los dioses. Pero lo siento. Tú vas a morir viejita, arrugadita. Y de tu boca sólo saldrá la sabiduría los apaleados que han preferido morir una vez de pie que mil veces arrodillada». Lo más probable. Porque hoy cumplo 34 años. Es mi cumplevidas. Ríanse los gatos. A mis 34 años se me cae la comida al pecho mientras como y todos se ríen de mí. No puedo evitarlo. Llevo todas las vídas poniéndome las bragas del revés (las costuras por fuera), si me zumba el oído izquierdo, es que hablan bien de mi, si es el derecho, mal. Y lo peor es que es verdad. Os lo juro. Pertenezco a ese pequeño porcentaje de la población que ama a las palomas y, aunque prohibido, las sigo alimentando. Me dicen que las «ratas del aire», pero es que también me gustan las ratas. Tengo más de 20 tatuajes, más de 20 historias que podrán hablar por mi por si algún día no puedo. Tengo 3 canas, lloro cuando se me muere una planta, pienso que la música es el arte más excelso que puede existir y que a veces las cosas que me hacen son tan increíbles que ahora entiendo la plenitud polisémica de esa palabra. No soy Amat, aunque yo y mi hija nos apellidemos así. He visto un tejón dos veces y la cópula de dos linces en silencio y casi sin respirar. He andado por caminos bordeados de luciérnagas entre el idioma del bosque. He gritado, los pies rojísimos, sobre la nieve. Siempre pensé que parí a la persona exacta en el momento menos exacto. Pero no. Todo está donde tiene que estar, ya pacté pagar ese precio provisional. Se me sigue haciendo un nudo en la garganta cuando huelo el jazmín o el azahar, sobreviví a un sistema educativo y universitario con éxito y sin encajar en él. En realidad encajo en pocas cosas. Pero lloro con Titanic, ya ni os cuento con Moulin Rouge, me encanta el perreo y disfruto con Rosalía. Arrestadme. Soy la madre más joven de todas las madres de mi entorno. Me he enamorado loca y pérdidamente 4 veces. Lo de «pérdidamente» tuvo todo el sentido después. Lo de loca ha estado siempre. Hoy cumplo 34 años desafiando las imposiciones de un hombre que aplica su poder y privilegios sobre mi (por enésima vez). Me mancharé las manos de chocolate para un bizcocho mármol y soplaré las velas pidiendo un deseo, trémula. Y sé que tras pedirlo querré llorar. Me acosté ayer de madrugada con amor y me desperté amada. Amada y joven por mis dioses y diosas terrenales, humanes y no humanes. No me arrepiento de nada. Bueno, sí. Perdón, Mónica. He tardado 29 años en confesar a mamá que el bote de harina que se me cayó a mí, se me había caído a mi, no a ti. Aunque la primera vez que me enfrenté a un hombre fue en la piscina cuando te llamó, con 3 años, «Hija de p***» porque le salpicaste al saltar al agua. Yo tenía 5 años y a cambio me quemó apagando un cigarro en mi mano. Cumplo 34 años y he visto morir. También se me han muerto en las manos. Y aunque cumplir años implica «morir muchas veces mucho», la muerte la siento como algo remoto y todavía me resuena el el los oídos, el pistoletazo de salida.