Como quien ve su reflejo en el agua y la golpea con ira,

Como quien pinta y rompe y araña el lienzo.

Como quien fotografía. Y disparo tras disparo, sólo quiere romper su imagen en la cámara.

No me reconozco.

Hace tiempo que no me miro al espejo, hace tiempo que mi voz es más bajita de lo normal. El otro día me fui a la peluquería, un poco por hacerme daño (odio cortarme el pelo), un poco por verme la melena, triste y quebradiza, un poco arreglada. Y estuve durante minutos mirando mi cara apagada, como si estuvieran peinando a un muñeco. Eso sí, el pelo, monísimo.

La cámara siempre me ha ayudado a mirarme, a quererme. A través de la cámara he mirado mis pechos, mis estrías, mi vulva, mis cicatrices, mi vientre de madre, mis heridas. Me he aceptado. Tras lo que me hicieron el miércoles 21, me siento un borrón, pierdo la memoria con frecuencia, estoy como ida, me dejo cuidar por mi madre y mi suegra, a pesar de la culpa. Trato de no pensar para poder criar. Voy a dos terapeutas. Dadme tiempo para volver a rehacer los pedazos que ahora mismo me conforman.