“Que siguieras viva era tu mayor venganza, Olga, cómo has podido, cómo te has atrevido, con el miedo que te daba el dolor, suicidarte. No te veíamos capaz, con lo quejica que eras, con lo miedosa, suicidarte. Te digo que si hay vida más allá de la vida, te buscaré para abofetearte, de esa no te libras. Y luego nos iremos a bailar sobre los lagos helados, porque muertas ya no existirá el frío. María Olga, maldita seas tú y tu estirpe, qué dolor, madre mía, qué dolor tan grande. Si me preguntaran si lo soporto diría que no, que es insoportable, que no se soporta, que no se puede sostener. Yo me derrito ahora aquí y ahora a tu lado, como esta vela, como un derrame… en realidad eso ha sido toda tu vida, vivir derramada, porque no hay consuelo en este mundo que pudiera recogerte ni tú tenías forma posible que se adaptara a la vida que te había tocado”.