Miró su mano con indiferencia: chorreaba parafina blanca y caía fluidamente al vestido negro. Pero que no se le apagara la vela, que no cesara de iluminar aquel rostro amado. Si era necesario ardería ella también. Sofía estaba dispuesta a ser la mecha que iluminara aquella muerte, ser la antorcha que señalara como un dedo acusatorio a toda aquella sociedad que la había matado. Stultus un culpa sapiens on pena*. Porque siempre es igual. Miró la estancia fría. O lo mismo no estaba fría,  lo mismo era el mismísimo frío emanando de ella. En la blancura de sus pieles, sólo las quemaduras ponían color al óbito.

* Un tonto sin culpa, una persona sabia castigada.