Modelo: Sonia Señorans.

Dentro del armario todavía está la madre. Y la que quiere volver a ser madre aunque un mundo que no la ha visto maternar, la condene y la persiga como mala madre. Dentro está la mujer que eligió volver a creer en el amor y amar de forma genuina. Todavía no ha salido la que mira a su pareja con ojos tiernos, llenos de admiración y deseo. La que le pide matrimonio ante el horror de nuestras respectivas madres. Nadie sabe que ha elegido la vida mientras hace apología de la muerte. Porque la muerte forma parte de la vida. Todavía no ha salido la tanatopraxa, la que piensa salir a echar curricula a los cementerios, por ver si la contratan para limpiar y acicalar tumbas. La maestra se volvió a esconder y tiene miedo de venderse por el qué dirán. Pero imparte clases de lengua y literatura, fotografía y esoterismo. La que se levanta por las noches para comer bollería industrial, la vegana que compra alimentos con aceite de palma no ecológico o la que se tomó hace dos veranos un pack de yogures naturales de Danone y estuvo dos días con diarrea. Todavía le cuesta confesar que pisar los juzgados le da miedo, que cada vez que vase pone de ansiolíticos hasta los ojos y que aún así, el pánico es tal que no los siente. Dentro sigue la evasiva, la que necesita sus espacios y la que se agobia con las personas que están muy encima. No ha salido la agorafóbica, ni la de los placeres culpables como ver Peaky Bleanders o La Isla de las tentaciones. La que, ante la vista de sus vecinos y vecinas, recoge fruta y verdura demasiado madura o en mal estado, porque todavía se puede comer o tiene algo que se puede aprovechar. Esa también es ella. Y no consigue abrazarla.