Modelo: Alberto S. Anaya

Ya huele a primavera desde hace días. Felicitad a los conejos. Nunca pensé que me fuera a apetecer. Que la magia de Ostara abra el huevo de la Diosa. Siempre estoy deseando que llegue el otoño y la plenitud de las heladas en invierno para sentirme en sincronía con el clima. Pero ahora me apetece que el sol me dé en el corazón por las mañanas, mientras desayuno. Y el canto del mirlo ya no me angustia. Os explico. De pequeña me despertaba por las mañanas un mirlo. Su canto me estremecía, porque suponía que en pocos minutos tenía que irme al colegio. Nunca fui mala alumna, pero el Sistema educativo no estaba hecho para mi. Siendo sincera, no está hecho para nadie. Hasta hace pocos años, he tenido pesadillas con el colegio. Ahora lucho por buscar colegios que no amarguen a mi hija (ahora está en una escuela libre pública), miro ya con cierta simpatía un mirlo y ayer me quedé media hora mirando cómo dos tórtolas atendían a sus polluelos insaciables en un pino. Quise sentarme en un banco y cerrar los ojos al sol. Tengo frío todo el tiempo, las manos frías desde hace meses. Las meto en mi chal y emulo a los lagartos.

Fotografía realizada temblando, estremecidos por el frío, la fiebre y el miedo. El esqueleto castañea. Disparos de color al hijo de la primavera.

El antifaz de flores lo hizo en pocos minutos Simonne Silva que tiene unas manos de oro