Me gustan las personas que, como yo (o les niñes), se entusiasman por lo más nimio. Que a tus plantas le nazcan un brote nuevo, un juego de luces en la pared, la lluvia enfatizada por una farola en la noche, el color de la remolacha entre tus dedos y la tabla de cortar, las formas de una concha, el olor todavía en la ropa de tu abuela fallecida, unas sábanas bordadas a mano, una infusión intensa y calentita, los colores de los ojos de Alberto al sol, el aroma de las mejillas de mi hija, disfrutar de tu madre preparando el café porque un día me aterrorizará no escucharla, una buena melena larga, los trailers en el cine, sostener la sombra de un abejorro muerto, mecido por el agua.