Ayer a la hora de cenar noté que venía un ataque de ansiedad. Me puse a barrer y a llorar. A barrer con mucha fuerza una alfombra. Era tarde. Quedó níquel. Podías comerte tu plato favorito en mi alfombra del salón.

Pero seguía con más ansiedad. Y volví al método de siempre. Hice una foto más o menos fácil para editar con música. Con los cascos, para no escucharme las ideas. Representé mis dos mitades. No, no soy bipolar. Es la Leila serena, la madre, la de la siesta tranquila, la del «no pasa nada, seguimos vivos», la de la broma constante del «Sobreviviremos» cuando se rompe un vaso, se pierde un tren, una factura de la luz elevada, una tormenta sin paraguas. La del «Resistiremos», la del «Venceremos», la del «Palante». Y luego la Leila que no sabe gestionar sus emociones y sentimientos. La del ya es demasiado tarde. La del No soy yo. La del SOCORRO. La del trastorno límite de la personalidad, la depresión y síndrome de estrés postraumático. La del «Me voy a morir», la del caos, el remolino.

Hace nada escribí esto:

Sí. Cada vez me pasa menos (me cuido, ya sabeis, la neurodivergencia, que en mi se reboza bien), pero a veces tropiezo. Todo me afecta mucho. Mucho. Demasiado. No sé cómo quitarme el corazón, el cerebro y el estómago. Supongo que debe chocar, que debe de crear una dicotomía, unos sentimientos encontrados. La Leila de las fotos y sus textos escritos con cada ventrículo de su corazón, la madre, la Leila y su Luz y la Leila «incendiaria», la que dan ganas de darle al unfollow, la vehemente, la que os manda a zurcir mierdas con un látigo en cuanto ve una injusticia. Pero esa soy. Visceral, sincera. No sé no serlo. Mientras más sufro, más auténtica soy, mientras más feliz soy, más genuina. Soy de extremos. Un grito y un silencio, un llanto desesperado y una risa. De esas que te duele la tripa. Yo y mis tripas ¿Sabéis? No es la cámara, no son las palabras. Mi herramienta son las vísceras, las que duelen hasta gritar «PARA», con los dientes al aire tras la sonrisa o «BASTA», con la boca pastosa, los mocos hasta los labios. Ese sentimiento de que te vas a morir de amor, de risa o de pena o de todo a la vez. Esas resonancias en las tripas. Dicotomías, radicalismos».

Si podéis ver mi última foto escuchando esta canción de Lana del Rey, quizá la podáis entender un poquito, sólo un poquito de lo que alberga…

Don’t ask me if I’m happy, you know I’m not
But at best I can say I’m not sad

Cause hope is a dangerous thing
for a woman like me to have.
(…)

But I have