Si se pudiera jurar lealtad ante un altar, lo haría con las amigas. Dos veces y media me han partido el corazón las amistades, pero salvo estos dos dramas y medio, siempre he tenido la suerte de tener amigas muy consolidadas en el tiempo. Amigos heteros no, porque siempre anhelaban tener algo más y cuando ven que no puede haber nada, desaparecen. Seguro que la historia os suena. De todas mis amigas, la más cuidadora es Sonia. Es una persona para hacer bolita, confesarle que no puedes más, que estás muy cansada y que no te hace ilusión cumplir años. Me lleva a hacer fotos, me da mantitas, conversaciones en rocas perdidas en el bosque, me alimenta con aguacates y chips de lentejas y está pendiente «Cualquier cosa, dímelo. Tienes aquí tus calcetines de siempre para estar por casa».
Las dos en pijama viendo una serie en la mesa de su cocina, tomando manzanilla eco y de flor entera. «Tengo un sueño… mañana será otro día». «Venga, descansa».