Alberto escucha una y otra vez su nuevo disco. Lo veo en la oscuridad con los cascos, a la luz del día con los altavoces, otras veces lo escucha en el coche y otras en el móvil. Le da vueltas y vueltas, «¿No lo escuchas? Aquí se oye contar a la pianista». Yo le digo que Glenn Gloud también tarareaba mientras tocaba y que a mí me encantaba. También me meto con él, «¿Qué estás escuchando? Ah, otra vez escuchándote a ti mismo. No sé cómo no te aburres. Que yo foto hecha, a otra cosa mariposa». No sé qué andaba buscando en mi archivo de fotografías, pero fui a dar con una carpeta del año 2014. Vi fotos que había olvidado por completo, que no miraba desde hacía años. Llegué a pensar «¿Esto lo he hecho yo?». Compañeras fotógrafas tienen sus fotos en el móvil de salvapantallas o impresas en su casa. Yo no. De hecho, las dos únicas que tengo las estoy deseando vender. Realmente me incomoda ver mi obra una vez hecha o reconocer méritos, como premios, menciones, becas. Es de psicoanálisis. Pero voy de mal en peor. Y en ese de mal en peor, he encontrado una gran liberación. Creo porque me gusta el proceso de crear, simplemente. El presente, el «mientras», el «durante», el gerundio. Pierdo por el camino cierto amor por mí misma, consciencia de lo que valgo. Quizá esto haya que entrenarlo, pero foto terminada, foto que se pierde en mis archivos. El capitalismo me fuerza a vender mi obra para sobrevivir y tengo a mis seres queridos y familia encima para que venda «Leila, envía tus fotos». «Leila, haz los certificados», «Leila, monta tus fotos», «¿Has mandando imprimir las fotos?», «¿Y el dossier del taller se lo has enviado a tus alumnos?». Al final yo sólo quiero hacer fotos. Hace años que me dan igual los seguidores y los likes. Ni me fijo en ello. Se me olvida poner hashtags y donde antes peleaba por mantener y hacer crecer mis redes sociales, ahora paso. Paso como pasará la era instagram y la era TikTok. Me perjudica económicamente, pero si os digo que me siento más libre en esta concepción del arte, en esta aceptación del proceso creativo, tan poco común no sólo en nuestros tiempos, si no a lo largo de la historia. Hace año y medio que ni hago copia en el disco duro. No publico mi fotografía analógica y cada vez me da más pereza enseñar en redes la obra digital. Estoy cambiando y no sé si volveré a lo de antes, pero siento que todo está bien así. Tal vez recuperar un poco de autoestima no estaría de más. En todas las ponencias que he dado, he visto mi obra como una expectadora, como si no fuera yo la de los autorretratos, como si no fueran de mi autoría. Y me he pillado pensando «Esa foto tan jodidamente bonita, ¿la he hecho yo?» o «Esa mujer tan jodidamente bonita ¿soy yo?».