Modelos: Ginebra Siddal y yo.

Esta foto está realizada entre ponencia y ponencia en el Photofestival. Recuerdo que cuando Eduardo Jerez me llamó no me creía merecedora de acudir como ponente a ese Festival. Ya va por su octava edición (Por favor, la Fotografía como octava arte YA) y que un evento salga adelante dentro de mi gremio, con las pocas subvenciones que recibe, con la piscina de pirañas que podemos llegar a ser y el curro que lleva organizarlo, tiene todo mi respeto. Cuando Eduardo me llamó no me creía merecedora de estar ahí. Porque las mujeres tendemos, justamente, a desmerecerno mucho, si no del todo. Restamos importancia a todo lo que hacemos bien. Pero la alegría que me dio fue inmensa, porque desde que nació Luz pensé que ya estaba fuera del ring. Cosas que te pasan cuando eres madre, que parece que de repente sólo eres capaz de maternar, que todas tus neuronas se centran en ello y nada más. Cuando recibí esa llamada sentí de nuevo ese bullir que supone el ser valorada en mi propio gremio, esa actividad que invita a derramarme más allá de ser fotógrafa. Quizá es esa la magia de los festivales de fotografía, que cuando el artista en cuestión abre la boca durante una hora y media, su obra cobra una nueva dimensión. Para bien y para mal. Construye y destruye mitos. Subirse al escenario es desnudarse. O vas allí a desnudarte en alma o el público, que no es tonto, verá la mentira. Fui al Photofestival de Mijas a ser Verdad, a dejarme ser auténtica. Fui al Photofestival como quien se arrodilla en un confesionario. Y una vez confesada, sentí el indulto, sentí que los secretos ya no pesaban tanto. Gracias a Eduardo Jerez y a Antonio Hurtado Zambrano por hacer que haya podido sentirme así de bien, liberada y útil. Gracias al público por no dormirse a la hora de la siesta, por no juzgarme y darme posteriormente tanto amore. Gracias a todos por el esfuerzo económico en los tiempos que corren.

Y de repente me entero que mi Ginebra también va. Como ya habré comentado, el Festival no habría sido igual para mí sin ella. Es cómplice, amiga y trabaja bajo la misma filosofía creadora. Sí, la fotografía artística, plástica, construida, arrancada de las entrañas. Esa que llevamos a cabo cuatro gatos. O más bien cuatro gatas con las uñas bien largas.

Con esta foto surgió sin querer un diálogo. Le quise preguntar a Ginebra con sus símbolos y colores, le quise responder con el propio lenguaje que ella se ha creado. Y que está creando. Porque lo suyo no ha hecho nada más que empezar, os vais a enterar. Esta foto es una foto homenaje a su obra, una mezcla de cómo hablo yo en fotos y cómo habla ella en las suyas. Una sinergia. Ginebra, te hablo en rosa, te hablo en amarillos como tu cabello, te hablo con las manos enrojecidas por el frío, con el rostro entregado a tu candor, con los pechos al aire, esos que las redes quieren anular. Gracias por estar tan loca, subir aquellas escaleras y fusionarte conmigo. Jódete, individualismo.