«Hoy he andando por el pasillo media hora, ayer lo hice, mañana lo haré otra vez». Estas fueron las últimas palabras la Fotógrafa (sí, con mayúscula) Olatz Vázquez en redes. Su último mensaje a su público. Yo acababa de pasar una enfermedad y tras semanas de fiebre, mi cuerpo reposó desnudo en un arroyo cual espada recién golpeada al rojo vivo. Enfriado quedó mi acero en aquellos dos días que me regalaron en la naturaleza. En un momento de felicidad, me hice una foto y se la envié a mi familia a amigos. Estaba viva y feliz. Y allí en el pinar entré a Instagram y leí lo que serían las últimas palabras de Olatz Vázquez. Se me ensombreció el alma y tuve la necesidad de comunicárselo a mis amigas. Leerla me angustió inmensamente, pero ese «ayer lo hice, mañana lo haré otra vez», me pareció un acto potente, una promesa poderosa. Olatz falleció con 27 años dos semanas después. No quiero añadir nada que ella ya no haya dicho. En su web, en sus redes, en diversas entrevistas a diversos medios, en su diario, ella se explica alto y claro, con inteligencia, sensibilidad y plenamente consciente de todo. Yo ya la conocía desde antes de que le diagnosticaran de forma tardía, y humillándola de diversas formas, un cáncer gástrico. Su trabajo era brillante y Olatz Vázquez, sin su admirable labor tanto a nivel artístico como documental de su enfermedad, era muy querida y respetada por la comunidad fotográfica. Era y es muy admirada en el gremio. Nos conocimos en 2018 y durante abril del 2019, ese mes en el que me intenté suic***, me compartió las fotografías con las que hice pública mi situación. Del brazo de mi padre, ya en planta, casi sin tenerme en pie, me recorría con esas zapatillas que parecen de papel los pasillos de la Jiménez Díaz. Yo, Leila Amat, no fui capaz de encontrar una solución fácil a mi situación desesperada y no quise vivir: me iba a ir más que por la puerta grande, dando un portazo. Pero aquí estoy. Y Olatz, que nos gritaba a todos que VIVIÉRAMOS a gritos y entrelíneas, se nos ha ido. Esta disonancia entre su aliento y apoyo en mi momento y su muerte precoz, me llevó a estados de delirio y disforia durante unos días. Escribí en mi diario cosas que sólo deben habitar en mi diario. Pero por qué yo estoy en mi casa escribiendo esto y temblando tras editar esta foto y ella volando alto (vuela muy alto, Olatz, vuela, que sé que nos ves a todes). Por qué yo no me fui y ella sí, que era pura vida, que era amada y amaba, que era una belleza de persona. Sé que lo era aún sin saber en profundidad las dimensiones de su persona. De momento me siento incapaz de hablar públicamente sobre el doble duelo de esta fotografía. Pero con ella quisiera hacer un homenaje a su trabajo y trayectora, otorgarle el recomocimiento que se merece como persona y artista. Os invito a seguir su instagram @olatzvazquez donde su familia nos irá informando sobre su legado y diversas propuestas que van en pro de evitar que mucha gente pase por lo que ella ha tenido que pasar. Igualmente, toda venta de esta fotografía irá a parar a su familia, para que gestionen ellos con ese dinero lo que vean conveniente. Igualmente sugiero y ruego que se le otorgue el Premio Nacional de Fotografía a título póstumo, con el fin de que su memoria sea preservada y honrada.

Por qué ciertas personas siguen en este mundo de forma corpórea y tú no, tiene una respuesta. La sabré. Y cuando mi alma y espíritu abandonen este cuerpo que ha sido tan amado, que ha sido tan maltratado… y que tan amado será de nuevo, iré a buscarte, compañera, y sabremos respondernos. Y seré amada porque mañana me levantaré… y como tú nos invitaste en un último reto de energía vital, volveremos a caminar los pasillos de la vida, con «paciencia y fe». Ya hablaremos de muchas cosas, compañera del alma, tan temprano.