Modelo: Alberto Anaya.

Mis hombres tienen la piel de una nube rosa. Pongo mi mano trémula sobre sus cuerpos y no la muevo. Mindfulness. El maldito Mindfulness, el respira que es tu ancla y ya si eso pasará la tormenta. Yo respiraba en sus pieles. Su sangre bajo mi rostro puja por brotar en miles de amapolas. Y las luces son rojas, rosas y naranjas, como 99 atardeceres que se colaron por nuestras ventanas y que yo capturé soñando que eran luciérnagas. Las iba guardando en tarros de cristal y las alineaba por las noches, contándolas. Luego los tarros los rompí. Rompí tres. Tal vez cinco. Perdí durante momentos, todos los ocasos de mi mesilla de noche. Mis soles sostenidos.

Mientras tanto, esa distopía del silencio en las calles. La echamos de menos, ¿verdad? Echáis de menos cómo se piensa, cómo se respira, cómo se anda en el silencio. Yo también. La naturaleza también. Las palomas nunca os echaron de menos.