Desde mi pájaro marino rojinegro dijeron que se veía tierra. Yo no estoy segura de si quiero verla. Pienso que cuando mis pies toquen tierra firme lo mismo tendré que llamar a mis bestias para que me sostengan, ¿vendréis, mis bestias? Vosotros que no habéis salido de la isla Where monsters live. Me lo dijeron en la UCI de la Jiménez Díaz, «Si intentas poner los pies en el suelo, te vas a caer, no te vas a tener en pie». Y era verdad. Yo esa noche dije que me iba a mi casa y que hasta luego. Cuando soñé el mar, no entraba en mis planes quedarme en la tierra. Pero cuando me trajeron de nuevo a la playa, mi cuerpo ardía y quemaba a quien debió arder desde el principio. Cuando me lanzaron a la laguna estigia no entendí nada y grité como una lamia. Ya no sé si quiero seguir siendo aquella humana o la sirena de fuego y granizo que canta poemas antiguos entre los muertos. Sé que pisaré tierra arrastrándome como las sirenas. O como una serpiente. Muy cerca de ti. Tú que lanzaste una flecha de fuego a mi pira y me empujaste a mar abierto. La tierra me recibe como un huevo, como una semilla rota de brotes. Hacia el cuello de todos pienso reptar, la piel fría, cantando canciones antiguas «Hagall es un grano frío/ y una lluvia de agua nieve/ y una enfermedad de las serpientes».

Gracias a Sonia Señorans y a Oscar por llevarme a aquellos barcos vikingos, donde pusimos nuestra bandera de piratas y tomamos fotos y el sol, volviendo cargadas de luz.