Creo que es la primera vez desde que parí que he conseguido realizar un desnudo integral. 10 meses me ha costado mostrarme a mí misma mi cuerpo tras el parto. Sí, lo sé: los cambios son nimios. Realmente lo son. Pero como siempre he tenido una mala relación con mi cuerpo, lo que veo cada vez que entro y salgo de la ducha es una aberración del Señor. Casi siempre lo he visto así, menos una vez, con 21 años, que me vi estupenda. Pero se me pasó al día siguiente.
He sido modelo de desnudo durante 10 años, he posado para fotógrafos deseables e indeseables, para fotógrafas maravillosas. Pero si antes dejé de posar desnuda para hombres, ahora ya ni me atrevo a posar para mujeres. Bueno, en realidad ya no me llama nadie porque ya no soy ni young ni beautiful y yo me lo estoy creyendo. Supongo que la vida es así, avances y retrocesos constantes. Ya lo veréis: a mis 80 años seré una anciana descarada que posará en pelotas sin complejo alguno, cual maja de 20 años. Ya lo veréis. Los artistas se rifarán mi cuerpo serrano, lleno de heridas de guerra, lleno de arrugas, que no son más que una de las múltiples escrituras del tiempo. Y si no me llama nadie, ahí seguiré yo, con mis avances y retrocesos, preguntándole con la cámara a mi cuerpo y las luces y las sombras, fieles, siempre respondiendo.