Hay muchas formas de empezar los años. Muchas. La primera es tu cumpleaños. Es importante que hayas conseguido sobrevivir al primer trauma de tu vida: Nacer. Feliz aniversario la primera vez que eres consciente de que mira, lo mismo no volverías a tu infancia ni a tu adolescencia ni aunque te amenacen con una tumba escrita en Cómic sans. Naces cuando gestas y nace tu hije. Si lo tienes. Naces el primer día que te traicionan en el amor (y las que nos quedan). Uno pone una chincheta en el mapa de su vida cuando se descubre el agujero del coño. Todavía resuena en el recuerdo de todos mi voz desesperada desde la planta de arriba: «Mamáaaaaaaaaaa, ¡Yo no tengo agujero! ¡A mí no me entra esto!» «¡Que sí que lo tienes niña, que yo te he limpiao los pañales durante años y te lo he visto mil veces!». Al final el tampón entró. Tu vida cruje cuando resulta que sigues carburando sin comer animales ni explotarlos. O la primera vez que como mujer, te enfrentas ante la opresión de un hombre y plantas cara. ¿Os acordáis del primer día en el que os atrevisteis a decir que NO? Deberíais, porque cuesta. Naces el primer día en el que resulta que no eres una frígida, es que no conectabas con tu pareja ni con tu concha perlada y resulta que te va el mambo y que se te da bien. Celebro todos los septiembres por haber decidido cambiar Sevilla por Madrid con 18 años. Naces cuando se muere tu abuela durante tu embarazo, porque o te haces más grande o tu evolución como persona se queda coja. Empieza año nuevo cuando estás a punto de morir en la UCI y un dolor muy grande te expulsa de nuevo a la vida para decirte «Ey, no te flipes, que tu hija te necesita, tú misma te necesitas y ojocuidao porque mira con quién te has casao». Quizá debería parar en decir tanto «Nacer» y decir «Transformar» o «Cambiar». Porque ahí erradica lo nuevo. Celebras fin de año cuando entierras una etapa de tu vida y te das cuenta de que entras en otra. Me pregunto cuántos ciclos de Año nuevo tendrá vuestro año, cuántas efemérides que celebran una transformación por la que brindar. Cerré ese momento que vosotros llamáis «Fin de año» con una gallina en la cara, una foto tan mainstream como la que os presento. He cerrado ese mismo momento en los huesos. Porque se ha derrumbado todo hasta lo que permanece. Adiós, «Minerales de sangre», Adiós, «Caperucita, lo nuestro ya no tiene remedio». Abro de nuevo los ojos en la nieve, los pies arden sobre su blancura, tu cuerpo trémulo se esconde tras un cráneo sobre el que hay que empezar a construir. Cuidado, que entro con los huesos desnudos. Y empiezas a contar hacia atrás: Músculo, sangre, venas, piel: LUZ. Feliz transformación, sea cual sea en la que estéis.