Según la etapa de mi vida, mi inconsciente selecciona un proyecto. Antaño lo fue el amor y la salud mental. Ahora lo tengo claramente identificado: el luto. No soy yo la que decide cuándo se va a acabar un tema, lo decide mi alma cuando cree que es suficiente, cuando está saciada de decir, de contar y de expresarse. En ese período tan largo en el que se destrozó mi maternidad, atravesé un duelo por una hija viva y todavía mi espíritu sigue llorando esa crianza truncada. No todo luto gira en torno a la violencia vicaria, también siento luto por lugares. No sabéis lo que me cuesta pasearme por Malasaña. Desafío la memoria y quedo allí con mis amigas, quedo hasta que el pasado me deje de dar por culo, me cito allí hasta que la herida drene la pus que tenga que drenar. Quisiera escribir dos libros autobiográficos, uno sobre salud mental y otro sobre violencia vicaria, pero por primera vez las palabras que emanan hacen tanto daño, que he decidido darme espacio y abrazar las imágenes. Sé que voy a ayudar a muchísimas personas, pero primero tengo que ayudarme a mi.