Existen muchos tipos de besos. El que una madre da a su hije. El que un hije, de la forma más instintiva, te planta en la boca. La ternurita. Los besos que son cuidados, apoyo, aliento. Podría hacer fotos de hasta 10 tipos de besos. Pero voy a intentar describir lo que puede ser un buen beso, en dos personas adultas. Uno puede pensar en un principio que no sabe besar. Y en cierto modo, puede ser: puede ser que no sepas. O al revés: puede ser que lo sepas hacer muy bien. Lo que he llegado a la conclusión, después de besar y besar muchas bocas, es que existen besares que son un puzzle. Uno no da un buen beso, dos personas se dan un buen beso. Cuando te besas bien, deja de existir la realidad exterior. No hay sonidos, la temperatura siempre es la adecuada, nadie ni nada te molesta. Se forma una cápsula protectora del mundo y sus juicios. Un beso, uno de los buenos, te enciende el primer chakra. Si un beso no os la deja como el hormigón, no es un buen beso. Si un beso no os deja el coño pegando palmitas, no llega a ser un buen beso. Si con ese beso, no quieres comerte entera a esa persona, tampoco es un buen beso. Probablemente, un beso de campeonato te haga llorar, porque abre portales y canales. Si no sientes liberación y desconexión de todo lo que te ancla y preocupa, no es un buen beso. Cuando te besen, tu cuerpo tiene que poner las enfordinas a bailar una danza salvaje. Cuando dos personas se besan bien, no son dos personas, son una. Es un ente. Un escudo. Una barrera energética inexcrutable. Si después de besaros bien, no sientes que eso ha sido un pinchazo de algo potencialmente adictivo y que quieres volver a ello, no llegó a ser un buen beso. También deciros, que estos besos se pueden contar en la vida, se recuerdan nítidamente, son anormales. Si sentís que tras ese beso, tras cualquier beso de los buenos, ya podéis moriros, ha sido realmente un buen beso.