Modelo: Rosalía Ramos Guerra.

Encontré este trozo de mástil cuando volvía de dejar a mi hija en la escuela, en aquella época en la que parecía que sólo me alimentaba de su boca. En realidad, encontrarle fue nutrirme. Fui tan feliz con él esas mañanas en la cama, que sabía que los dioses iban a castigarme, como siempre que soy muy feliz, como siempre que tengo un momento lleno de belleza. Cuando hablo de dioses, hablo de esos masculinos que nos violan en un radio de 5000 años atrás. Con el tralla con la que se azota a las mujeres libres quiero zurcirme un vestido negro con el que bailar. Aquel mástil en la acera era un aviso de los dioses, como a quien la mafia avisa con un dedo de tu hijo en un sobre. «Algún día me tocará hacer una foto porque lo nuestro se habrá partío». Y lo puse en lo alto de la estantería, donde escondo todo lo que quiero quemar pero no puedo. Otra lección de guitarra aprendida.

Yo ya había hecho esta foto en la acera, hace dos años. Como el 7 de oros en el tarot, todo tiene sus tiempos, todo tiene sus ciclos y la fotografía sabe bien cuándo abrirlos y cerrarlos. Esta fotografía está hecha con Rosalía, con quien hice unas fotos maravillosas el octubre pasado. Además socio con facilidad la música a ella, porque tiene un gusto exquisito desde que la conozco. Pocas cosas hay que me pase que no me explote el alma. Es más, en lo más profundo de este pozo en el que me tienen metida, siempre ha estado la música.

Aprovecho para dar gracias públicamente a mi hermanastra Blanca Rentería, porque cada vez que abro Spotify la rezo.