De estas veces que te casas y te lanzan arroz, libélulas y flores. De estas veces que cumples años y te lanzan confetti. De estas que derramas el cava y te mojan la frente «pa la suerte». Para mí supuso una especie de fusión entre pisar una mina y esa fiesta que supone estar viva.

Desde el cabello hasta los pies, la tierra se metía en cada recoveco de mi cuerpo para posar sobre las heridas y hacer un fósil de las mismas.