Modelo: Octavio Sastre Fernández.
Soy una perra olfateando la luz. Esa luz que se huele, se toca, se lame y se escucha en todos los colores. Tres años en esta casa y he encontrado un lugar donde la luz y las sombras entrelazan un lenguaje eufónico que invita a jugar, a purgar las heridas, a restregarse las pesadillas de los párpados como si las albergaran los ojos y no emanaran de la mente.
La sombra descansaba sobre el cuerpo del muchacho, cruces que no cargan, que no pesan, que no tumban, pero que se tatúan en cada poro, revelando ese peso que no nos corresponde. El sol era un oro lento sobre su vientre, sangre iluminada en las entrañas. De las entrañas conozco todos sus agujeros: nos hemos tirado horas tapándolos con la esperanza de que al fin -porque todo tiene un fin- puedan ser cerrados.