Hace nada, a raíz de una reflexión sobre la violencia que supone que nos pidan que perdonemos ante un gran daño causado, una persona que valoro mucho dijo que pedirnos paciencia ante la resolución de problemas o freno de la agresión, también lo es. Sí. Qué os voy a decir: lo es. No obstante quería tender una mano a esta acción que parece muy pasiva, pero que a su vez es de las actividades más activas y dinámicas que existen: La templanza, la paciencia, el hacer las cosas con calma, la espera. Es un acto que requiere atención, perseverar, con el fin de que las cosas salgan bien. Pero efectivamente, como decía esta persona, pedir paciencia es pedirte la capacidad de sufrir y tolerar desgracias y adversidades o cosas molestas u ofensivas, con fortaleza, sin quejarse ni rebelarse. La resiliencia, que lo llaman. Resistir. La paciencia puede llegar a ser muy pasivo-agresiva. E increíblemente dolorosa. Y pedirnos paciencia, calma, resiliencia o resistencia, todas hermanas del concepto soportar, es violencia. Porque nadie tiene que soportar ciertas cosas ni tolerar opresiones. Aquí os presento a mi madre. Mi madre, esa que en el 6º mes de embarazo ya llevaba una célula de mi hija Luz en mi vientre. Porque yo al 6º mes de gestación ya tenía todos los óvulos que mi cuerpo iba a liberar (o no) a lo largo de mi vida. Siempre he defendido que Luz fue parte de mi desde que nací, pero desde que supe que en la gestación ya tenemos nuestros óvulos preparados, entendí que el vínculo Abuela-Madre-Hija era biológicamente brutal. Y mi madre está luchando a mi lado como madre, pero también está luchando como madre-abuela, de la forma más racional posible y de la forma física que otros no están en la capacidad ni dicha de presumir: mi madre gestó en sí misma esa célula que sería su nieta. Miro con infinita ternura a esta tauro, ascendente tauro, que parece que nació encornando la vida. Porque da igual lo que le echen, nació con dos astas. Espero que no se vean mucho entre la foresta, mientras le trenzo plantas en la cabeza. Es que estamos esperando y el olor a sangre nos resbala por la piel hasta las huellas al andar. Sólo nos estamos lavando con los cántaros de la templaza. Perdonad si estamos ocupadas.