Me siento cómoda mirando imágenes de ciertas santas. A veces tengo ganas de arrullarlas y decirles, mientras le doy un lexatin, que no sé por qué le ha tocado a ella portar sus dos pechos en una bandeja, que por qué le ha tocado vivir en la era del Patriarcado. Me llevaría de vinos a Rita a preguntarle si es verdad esa cabronada que dicen de ella, que lo que te da por un lao te lo quita por otro. Me habría encantado hacerles fotos a Justa y Rufina, a Rufina que siempre me pareció verla en el arcano XI del tarot, en el arquetipo de La fuerza, en ese momento en el que el león lame sus faldas. A ti, Magdalena, es que eras la favorita de Yisus y lo cierto es que no somos pocas las que coincidimos en que el Mesías estaba de buen ver. Te tenían envidia, no más. Me gustan las santas porque muchas sabían decir que No. Dorotea me diría cómo entre niños, rosas y manzanas. Me caen bien porque defienden su pureza y autenticidad hasta la muerte… bueno, hasta el asesinato. Las santas son unas tercas y yo sólo le rezo a las tozudas y a las obstinadas. Me gustan las mujeres a las que tienen ganas de arrancarle todo, desde los pechos, las manos y la cabeza. Las irreverentes a las que antes podían matar y ahora también, pero el código penal se lo ponen un poco más difícil. Pero sólo un poco. Me gustan las santas que dicen que no pasan por el aro, que patalean e incluso se ríen mirando al cielo entre las llamas. No entiendo, la verdad, cómo en las manifestaciones feministas no llevamos una pancarta con la cara de María Goretti, que debe de cantar por la boca de «La otra» o Filomena, que corta se quedó en Madrid del 2021. Lucía e Inés no quisieron follar y admiro enormemente que no se dejaran por complacerles. A mí se me cae la cara de la vergüenza de las veces que he abierto las piernas sólo para que ellos se sintieran bien, ¿y sabéis qué? Igualmente las cabezas ruedan, así que de verdad, mujeres, no merece la pena. Mejor marcarse un Lisístrata. Me gustan las santas que tienen la cara de estar hasta el coño, como mi madre camina por los pasillos o friega los platos. Pone la misma cara.