«Los que sembraban con lágrimas cosechan entre cantares» (Sal. 125). Esta frase me la dijo por primera vez mi gran amiga Mewy. Y cuando lo dijo, parecía que estaba decretando, incluso lanzando un sortilegio. Porque hay frases que no funcionan porque sean una realidad, sino que son una realidad porque las ponemos a funcionar.

Esta fotografía está hecha en una playa perrera de Gijón. No es la más bonita que visitamos, pero yo tuve un momento de felicidad ahí y desde que estuve allí medito pensando que estoy en ella. Era una playa pequeña, llena de rocas, pero los allí presentes estábamos felices con nuestres perrites. Por días no éramos esclavos, la fantasía de las vacaciones. Tuve un momento de conexión espectacular con mi intuición y vi muchísimas cosas con mi tarot demasiado usado de Nicoleta Cecconi, ese que empecé usando por curro, con los bordes destrozados y las imágenes despintadas. Recuerdo muy bien las lecturas que hice en esa playa, porque las predicciones se han ido cumpliendo una tras otra. Unas por fortuna, otras no sé si han sucedido ni tengo forma de saberlo y otras por desgracia.

Con piedras elaboré un símbolo rúnico en una roca y lo activé. Un sol pequeño y concentrado, de una luminosidad inexplicable, entre nubes densas. Con la luz acostándose en la noche, cosecho lágrimas de las que brotarán cristales.