No me lloréis en la muerte

lo que no me habéis llorado en vida.

Fotografía realizada en agosto, enferma, a la espera de la sentencia del juicio de divorcio. Creo que me pasé un par de semanas comiendo uvas bajo el aire acondicionado, viendo duendecitos y enanitos, entre 39 y 41 de fiebre, esnifando paracetamol cada 4 o 5 horas. He sufrido este año, debido a todo el sufrimiento físico y psicológico que supone el arrancamiento de mi hija y la más pura maldad y cruedad ejercida sobre mi y mi familia, un pequeño bloqueo a la hora de editar fotografías. Tengo un archivo enorme de fotos por editar, que arrancarme del pecho. No, nunca he parado de hacer fotografías. Nunca he parado de escribir. A veces no lo hago porque quien fotografía de verdad, quien escribe de verdad, se enfrenta directamente a la luna, a su más puro inconsciente, a lo más recóndito de su interior. Muches me han recomendado subir fotografías más alegres, «que no se enteren que lo estás pasando mal, que te vean fuerte». Y fuerte soy, más que Chernobil, que diría la Faraona, pero si no hay honestidad en mi trabajo, no es mi revolución. No hay Leila, la madre sin dolor donde no está la Niña-Verano. No hay consuelo tras ver a la Niña-Verano decir «Si me niego a subir a ese taxi, me quedaré para siempre contigo». Subida a mis brazos, abrazada a su tiranosaurio de peluche, piedras de cuarzo y citrino en las manitas, un taxi con el intermitente puesto a la derecha de la carretera. También aprovecho la mediana visibilidad que tengo, para denunciar la realidad de la violencia vicaria, que tantas madres necesitan visibilizar. Quienes me conocen como fotógrafa desde hace más de una década, me han conocido arriba y abajo. Os muestro la alegría y la abundancia, cuando la hay, la desesperación, la injusticia y la miseria, cuando es preponderante. Me mantengo fiel como artista a la hora de reflejar todas las emociones y circunstancias que me conforman. Y si algo valoran mis seguidores y coleccionistas, es la absoluta transparencia emocional y honestidad. Si algo me salva a mi es, de momento, tener la fotografía y la escritura. Estoy gestando y sembrado. Cuando salga un brote, gritaré fuertemente para que lo veáis crecer con la misma alegría que lo haré yo.