Recuerdo perfectamente el primer día que conocí a Rosalía Doxa Grey, en el año 2007. Estudiantes ambas de Filología hispánica en la Universidad de Alcalá, salía yo de uno de los baños de Caracciolos y la vi secándose las manos, reflejada, pálida, en el espejo. Mirada de perra del infierno a perra del infierno, sin saber la carrera de perras del infierno que nos quedaba y aún nos queda por delante. Ella menuda, vestida de negro, espirales negras en la comisura de un ojo. Sus ojos grandes e inteligentes, siempre me recordaron a una pintura de Margaret Keane. Aquel día yo iría probablemente divina de la muerte, que a mí las pijas de Derecho no me llegaban a la suela de los tacones. Pero la miré como miro a contadas personas, «Quiero ser su amiga. Ella es el tipo de persona que quiero en mi vida. Si está ella en este mundo, no me sentiré tan sola». Pensé lo mismo con 14 años cuando escuché por primera vez a David Bowie. Y tímidamente la seguía con la mirada a las entradas y salidas de clase. Era quizá su energía. O que sentí que era llama gemela. Suelo tener buen olfato para eso. No recuerdo en qué momento estábamos pasándonos por el coño a los de Historia y Humanidades (cada una a su manera), sentadas tomando un algo, contándonos infiernos. En qué momento abrí los ojos en un hospital y ahí estaba ella. «Carmensita» me la cantó ella una noche de éxtasis en Matadero, «¡Es Devendra Banhart!». Puedo preguntarle siempre sobre música, que siempre me gustará la recomendación. Desde Madrid hasta Shanghai, le dije hace unas semanas que tiene la capacidad de encontrar lo mejor de lo mejor dentro del mundo underground de cada ciudad. Es magnético ¿Cómo cojones lo haces, Rosalía? Años después, desnudas en mi casa, mirándonos al espejo, dije que parecíamos nereidas. Pero no: desde siempre hemos sido dos reinas de hierro, dos diosas, dos perséfones, a veces tocaba el inframundo, otras the heaven y otras los pies muy en la tierra… cuando no en telas y aros. Sé perfectamente que delante de ella puedo ser yo sin juicios y sentir la sinergia, el no tener que explicarme, ni dar explicaciones. Porque ambas tenemos puñales en el paladar, conocemos el lenguaje de hablar afilado. Cortar y matar con la lengua. Sarcasmos, los que se sobreentienden, los «te entiendo» sin esfuerzo. No está todo perdonado, no hay nada que perdonar. Porque en el inframundo siempre está ella. A decenas de miles de kilómetros, siempre está ella. Rosalía, te robo las perséfones, las comidas patagruélicas y los placeres culpables. Ese abrazo por la espalda mientras cocinaba las albóndigas para todas. Las risas de Luz empujándote de la silla, frente a un mantel donde la dibujaste con orejitas de gatito, comiendo chocolate. No hay peros para las fotos como nos junten. Ya lo veréis. Que está en España. Que nos juntan y nos falta tiempo. Desde el Hades al Olimpo, que por mucho tiempo allí te quedes: Porque eres sabia y tocas lo que se mueve.