Este es el paisaje donde estaba nuestra casa rural “Las siete llaves”, en un pueblecito llamado Consuegra de Murera. A mí me parecía todo precioso hasta que la dueña de la casa rural nos contó las atrocidades que hacían allí con los perros. Eso hizo que me diera pavor sacar a las mías a hacer pis todos los días. Los perros del pastor se comieron vivo a otro perro, sin que este hiciera nada, y otro mal nacido le cortó las orejas a su perro para dárselas de comer. Y no quiso contarme más. Mejor. Pero ese pueblecito bucólico se convirtió para mí en un enclave perturbador, un poco a lo Dogville, donde todos sus habitantes son encantadores hasta que salen a relucir sus historias más íntimas y malvadas. Fuera de todo esto y mi sensibilidad con los animales, el pueblo era muy lindo y la dueña de la casa rural fue muy amable por dejarnos ir con nuestras perritas. La perrita negra que veis en la foto era suya, se llamaba Chispa, Chispita para los amigos. Milka y Menta hicieron muy buenas migas con ella.
Desde aquí vuelvo a lamentarme de que se consideren a los perros como leprosos apestados, no dejándolos pisar casi ningún espacio, previa cara de culo para decirte que allí, por “higiene”, mis perras limpias y vacunadas, no entran. Pues donde no entran mis niñas, no entro yo. He dicho. He visto a más personas asquerosas entrando en un super que perros asquerosos vagando por el campo. La foto se llama “Las siete llaves” en honor a la casa rural a la preciosa Sepúlveda, con sus siete puertas medievales.